martes, 13 de enero de 2015

Con Abel Soria, cantor y compositor de Los Cerrillos
LAS MIL MILLAS DE LA CREACIÓN

Nació tres kilómetros al sur de Los Cerrillos hace 77 años, a los 19 partió a San José y nunca más volvió. En los pagos maragatos se vinculó a poetas y cantores que le animaron a iniciar una carrera artística de más de medio siglo, que continúa hasta hoy. Como cantor, compositor, escritor, payador y humorista se ganó la vida trabajando de enfermero. Aunque con su arte haya logrado llegar a los estratos más populares y humildes de nuestro país no se puede considerar que Abel Soria integre o haya integrado el movimiento de canto popular, siendo acaso Carlos Cresci el único humorista que como tal formó parte de esa corriente con su personaje El Gaucho Solo. Una afección cardíaca le impide hoy cantar y tocar la guitarra pero igualmente se sigue presentando en diversos escenarios nacionales e internacionales como decidor. Fuera de su oficio, o por él mismo, sabe manejarse como un hábil declarante, en tanto sus respuestas no siempre responden necesariamente a lo que se le pregunta, y esa es otra habilidad a destacar. Los Cerrillos le sigue debiendo a Abel Soria el reconocimiento que se merece y que ojalá no se siga demorando.

—¿Qué recuerdos tiene de aquellos 19 años que vivió en el campo de Los Cerrillos?  
—Eso es algo que no se olvida nunca, ni uno quiere, ni tampoco hace falta obligarse a recordarlo porque es algo que está implícito, está metido en todas y cada una de las células. La querencia tiene para nosotros los nostálgicos un significado muy especial; hay quien la ha definido como una prolongación o una sucursal del útero materno, y realmente es eso. A veces sin darnos cuenta estamos reacariciando o repasando nuestra propia historia, la de los vecinos, la convivencia con familiares o con linderos, y todo eso es la querencia, el cúmulo de costumbres y de convicciones que van a constituirse después en una especie de código o de señal o de brújula de comportamiento. Cada vez que decimos querencia el poema aparece solo, auanque generalmente nos ayudamos con acertadísimos poemas hechos por otros que han sentido lo mismo que nosotros. Nos ayudan a que la nostalgia tenga una forma de ser expresada. Y cuando hablamos de Cerrillos y de los lugares inmediatos a Los Cerrillos nos reencontramos con nosotros mismos, porque a lo mejor la autoeducación puede ser un modo de egoísmo, pero compartible y hasta festejable.
—Además querencia tiene la ventaja de que es de rima fácil. 
—(Risas) Sí, a veces tenemos un problema con la rima, porque cuando decimos que la rima puede esclavizar a lo mejor estamos diciendo una verdad, pero si seguimos investigando nos damos cuenta de que en vez de una esclavización se convierte en una forma de liberación en la medida en que seamos capaces de dominarla, porque no todas las palabras tienen que ser utilizadas como una exposición del descubrimiento de las dificultades que tienen algunas rimas. A veces la rima más fácil, como por ejemplo la enumeración de los infinitivos, puede empobrecer la parte sonora de un poema, pero si renunciamos rotundamente a ella los que nos esclavizamos somos nosotros, no es que la rima nos esclavice, nosotros nos esclavizamos por evitar la rima demasiado fácil. Pero es cierto, querencia tiene una cantidad de consonantes o de asonantes que nos ayudan a definirla o a confesar nuestras sensaciones cada vez que es necesario hacerlo. 
—¿Por qué se fue a San José a los 19 años? 
—Uno nunca lo sabe muy bien. Yo sé que me vine a San José con el propósito de pasear, de estar unas horas acá y luego regresar a la querencia, así se lo dije a mis padres y a mis hermanas en la noche anterior a iniciar ese viaje, pero resultó que me quedé hasta ahora. Eso fue cuando tenía 19 años y tengo ahora 77, y resolví quedarme. Claro que volví a Cerrillos a decirles a mis padres que me quedaba. Me preguntaron el por qué, yo no estaba muy seguro del por qué, pero seguramente tuvo que ver una parte lírica porque me encontré con un grupo de poetas, no es que en Cerrillos no los hubiera, pero aquí el diálogo tuvo una gran fluidez y una gran posibilidad de intercambios continuados, y además se iniciaba en aquel entonces el liceo nocturno e inmediatamente integré también esas filas, lo que significó que cambiara de querencia para quedarme aquí, porque en Cerrillos no había liceo. Ahora sí lo hay y podemos hacer una gran cantidad de comentarios especialmente cuando se trata de Gerardo Molina, que junto con otros colegas ha trabajado tanto para ello.
—¿Siente que su obra hoy es reconocida en Los Cerrillos? 
—Sí, sí, yo siento… No quiero sentirme como el protagonista o el elemento receptor de un homenaje, pero siento la respuesta de personas que por lo menos tienen una referencia, no me importa que sea profunda o superflua, pero cuando me mencionan tal o cual composición, y a veces partes de un texto, uno siente como que le están dando los buenos días a un hijo y con eso me basta.
—De todas sus facetas artísticas, cantor, compositor, humorista, payador, escritor, hasta conductor de radio, ¿cuál destaca como más importante en su vida? 
—Mirá, yo empecé a criarme, a desarrollarme y a ir saciando mis curiosidades con la ayuda de la radio, que por aquel entonces un aparato de radio en campaña era un elemento bastante nuevo, bastante reciente, y la radio nos ayudó mucho a conocer personajes que aún siguen siendo para mí no sé si decir ídolos, más bien tutores, porque eso es lo que han constituido. Y por el lado del humorismo, que se hace a expensas de personajes representativos de lo que somos, no puedo dejar de mencionar a Evaristo Barrios ni dejar de reconocer que él ha sido un continuador de Estanislao del Campo y de otros autores que en ese ámbito y con esa intención hicieron obras magníficas. Incluso en nuestro medio Alcides de María, que precisamente lo escuchábamos a través de la radio en aquel entonces, nos decía cómo puede ser el comportamiento de un paisano puesto de golpe y zumbido fuera de su medio habitual, un canario de Cerrillos puesto en una ciudad como Montevideo o como Buenos Aires. El contraste que se presenta solo puede ser un motivo o una excusa para una cantidad de confesiones y hasta de críticas, que fue precisamente la técnica de Estanislao del Campo, de Evaristo Barrios, y que nosotros modestamente pretendemos continuarla.
—Conozco varios humoristas, pero en usted me aparece y destaco sobre todo la mirada social, porque usted es primero un tremendo observador para después traducir todo eso al humor, y quizás por eso mismo no hace humor chabacano. Parte de su observación de lo que es la sociedad para después escribirla. 
—Por supuesto que hice chabacanerías, y a lo mejor las hago ahora también, pero trato de evitarlas porque junto con la intención y con la inspiración viene también el compromiso de autoanalizarse y de ayudarse con autores de todos los lugares del planeta. Hemos estado leyendo y comentando con Gerardo Molina precisamente algunos cuentos que han venido de Centroamérica y nos encontrábamos con uno de Botero, que es un cuento en el cual uno de los personajes dice una sola cosa en todo el desarrollo, y acaso dice lo más importante de todo el cuento, que es esto: uno es lo que ha visto. Y eso es aplicable a todas las circunstancias y a todos los medios.
—Siguiendo esa línea, ¿qué ve en el Uruguay de hoy? 
—Bueno, tengo mis incertidumbres y tengo mis posibilidades de festejar y mis tentaciones de brindar por lo logrado, y naturalmente que estoy siempre confesando y diciéndome a mí mismo los deseos de que todo siga mejorando, de que nos entendamos, de que el diálogo y la tolerancia recíproca sean el punto de partida de todos y cada uno de los instantes de una población. 
—¿Habría posibilidad de escribir sobre el humor del uruguayo actual? 
—Yo creo que sí. Incluso me parece una buena invitación y hasta un buen desafío ver al uruguayo actual, considerarlo, ver a los jóvenes, cuáles son sus formas de comportamiento, cuáles son sus decepciones, que por ahí habría que empezar para tratar de ayudarlos, de comprenderlos, e incluso pedirles que ellos nos ayuden a nosotros en algunos momentos también.
—¿Por qué hace 20 años que no publica y 25 que no graba? 
—Lo de la grabación cumplió un ciclo, porque creo que eso tiene, como todas las actividades…, no digo que tengan un límite rígido pero es imprescindible autorreconocer las limitaciones, y hay una época para grabar. Para escribir a lo mejor es un poco más largo el lapso. Pero en cuanto a la publicación hace pocos días ha salido un nuevo libro de Editorial Planeta que republica algunas cosas que ya se habían hecho, incorporando también las composiciones recientemente redondeadas, que en eso en ningún momento me distraigo ni me quedo porque es una forma de respirar. El día que yo no escribo me siento raro, pero salgo a la calle, miro, observo, las rimas se me instalan solas, la posibilidad métrica y estrófica también, y volver a casa significa el intento de convertir todo eso en una forma perdurable que puede ser la estrofa o puede ser el párrafo de un cuento.
—O sea que para usted escribir es una forma de catarsis o de liberación. 
—Sí, sí, es un puente permanente que mientras las facultades me lo permitan voy a seguir teniéndolo en cuenta y ejerciéndolo y asumiéndolo.
—¿En qué consiste su actividad actual? 
—A todos los lugares donde me llaman voy, pero sin la guitarra. Eso no me impide actuar o confesarme. Utilizo el escenario precisamente como una comunicación constante, que puede existir también desde la canción, desde el ritmo payadoresco, o no. No puedo cantar, no me animo, porque algunas veces que lo intenté prematuramente, después del alta médico, casi me arrepentí, porque empecé a sentir unas dolencias, unas molestias, a lo mejor más emparentadas con el remordimiento que con las anomalías físicas u orgánicas. Así que por razones de prudencia me quedo sin cantar y sin tocar la guitarra. Pero hablo, cuento la canción, cuento el por qué de tal o cual composición, y el público se siente como asistente a mis confesiones, me ayuda, me pregunta y me sugire, como lo estás haciendo ahora, y todo eso sigue siendo una forma de comunicación constante entre el público, que nos hace el enorme homenaje de rodearnos y tolerarnos, y nosotros con nuestros colegas que a nuestra vez tenemos que confesarnos también cuáles son los puntos a seguir cada día.
—Nómbreme dos canciones, la que más le gusta de su repertorio de decenas de discos y la que podría ser la más representativa del Uruguay de hoy. 
—Eso va cambiando, porque las predilecciones por lo que uno mismo produce pueden cambiar de color, pueden cambiar de circunstancia, en virtud de que la idiosincrasia también es modificable y vulnerable a cuanta cosa ocurre en nuestro derredor. A lo mejor hace un tiempo yo prefería o mencionaba como canción predilecta de las mías “De San José a Veinticinco” por el lado anecdótico, que fue muy festejado, o la del Parque Rodó, pero posteriormente, sin renunciar a esa autopredilección, empecé a elegir otras. Lo que puedo contestar a eso, que es una pregunta que casi no tendría una respuesta categórica, es que tengo la esperanza de que mi mejor composición sea una que no he escrito todavía.
—¿Y la canción que tendría más actualidad en el Uruguay de hoy, para que la escuche por ejemplo un joven y se vea representado? 
—Bueno, ahí algunas que tienen que ver con la querencia, la querencia es incambiable, sigue existiendo. Yo puedo decir que tengo dos querencias, o tengo más, pero cuando hablo de Cerrillos o cuando hablo de San José siento como que yo mismo estoy oscilando entre ambas posibilidades, no quiero llamarle extremos, entre ambas posibilidades de autoconsideración. Y cuando la canción habla de cómo es mi comportamiento o el comportamiento de quienes me rodean y la posibilidad de diálogo, tanto vale para Cerrillos como para San José. Y hay alguna, como por ejemplo una que se llama precisamente “De mis pagos”, que creo que me define y que podría ser una tarjeta de presentación.
—¿Un humorista también podría ser un enfermero de algunos males sociales? 
—Sí, sí, sin duda. El humorismo es una palabra que hay que detenerse para definirla porque no es lo mismo que comicidad, y desde el punto de vista de un enfermero, de un poeta, de un músico, de un tropero o de quien sea, existe la posibilidad de cultivarlo, de comprenderlo, de defenderlo, y de hacer de semejante posibilidad una forma más de comunicación. Acá tenemos nosotros, en nuestra modesta biblioteca, un libro que es una selección de humoristas de todo el mundo, muy bien elegidos los trozos, me parece a mí, y muy bien comentados, y en el prólogo este libro nos advierte que el humorismo es, para así definirlo de una vez por todas, una sonrisa con los ojos humedecidos.

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