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LO DELGADO DE LA PIOLA
En un mundo de desiguales un González del Marconi no es igual que un Peirano de Carrasco, porque un González del Marconi puede asaltar a una señora que sale de cobrar su jubilación pero el otro puede robar un banco sin siquiera moverse de su casa. El primero perjudica a una persona. El segundo a mil. Pero posiblemente el Peirano de Carrasco, si acaso va preso, deba pasar muchos menos años en la cárcel que el González del Marconi, simplemente porque vivimos en un mundo de desiguales, así para la justicia, para la policía, para los políticos y para la sociedad en su conjunto. Pero está bien, pongámosle que el de Carrasco es mayor y el del Marconi menor. ¿La gravedad del delito cambia según la edad de cada uno? ¿O lo que hace cambiar la pena del delito es la clase social de la que se proviene? La transmisión genética no hace al delincuente, pero los hábitos socioculturales sí. Los ricos saben que cuentan con un mayor rango de impunidad y los pobres que el gatillo fácil policial los puede asesinar en Santa Catalina. Por ello el rico si es corrupto saldrá a atacar y el pobre a defenderse, también atacando incluso. Hace unos años fui a visitar al cantor Abel García a Solymar, y me sorprendió el éxito económico de un supermercado a la vuelta de su casa. Poco después una pareja recién casada que había adquirido ese supermercado fue asesinada. Averiguando me enteré que el tal éxito económico se debía a que sus dueños anteriores tenían allí una boca de pasta base y que sin saber del cambio de firma alguien fue a comprar y no le vendieron y los mató. En la puerta de ese exitoso comercio había siempre un patrullero policial cuidando que no les pasara nada a los que vendían la droga. ¿Los culpables del homicidio fueron sólo los menores que apretaron el gatillo? Hace siete años entrevisté en CX30 Radio Nacional a Rocío Villamil, integrante de Madres de la Plaza, agrupación de familiares de consumidores de pasta base. Venía de presentar en la Jefatura de Policía de Montevideo una lista de setenta y dos bocas de venta de pasta base. La Jefatura jamás investigó a ninguna. ¿Tiene la culpa el hijo de Rocío, que la noche anterior había robado de su casa en el centro el último televisor que les quedaba para comprar droga que la policía no actuara contra los narcotraficantes? En diciembre de 2011 fui a entrevistar al penal de Libertad a Alejandro Píriz Brun, conocido delincuente que entre otras cosas se dedicaba a revender la cocaína que les robaba a policías, políticos y algunos jerarcas del estado. ¿Quién es más culpable, Píriz Brun o los policías corruptos que hasta hoy siguen entrando droga y armas a las cárceles? ¿El menor que robó a la jubilada o mató a la pareja en Solymar puede rehabilitarse en un lugar así? ¿Por qué se pretende excomulgar de este sistema corrupto al 6 por ciento de los menores por el 94 por ciento de los mayores que delinquen? Porque la política represiva es clasista y, aunque el policía que lo reprime sea de la misma clase social que el reprimido, uno está armado legalmente y el otro no. Los jóvenes -y los pobres- son las consecuencias de las causas, y las causas tienen su génesis en la sociedad hipócrita que todos alimentamos día a día, la que disfruta con el morbo de los informativos rojos, la que promueve el consumo de las marcas, la que perdió esos valores que hoy se les reclama a los más débiles: los jóvenes, que no tienen un espejo de integrdad moral donde mirarse ni referentes válidos que les promuevan otra forma de vida más allá de todas las carencias de índole diversa que los circundan. Ellos son hoy apenas víctimas de nuestro sistema, pero cuando salgan de las nuevas prisiones que los impulsores de la baja están proponiendo se convertirán en nuevos y más peligrosos victimarios. A todo eso decimos no.
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