lunes, 8 de septiembre de 2014

Con el Cabildo Joven de Los Cerrillos
ENTRE LA REALIDAD Y EL REALITY


La mayoría no, pero algunos de ellos todavía siguen siendo inimputables. Algunos de ellos hoy todavía.

—Ustedes que están más cerca que otra gente de la edad inimputable, ¿cómo se imaginan la vida en una cárcel de adultos? 
—Seguramente saldríamos peor de lo que entramos, porque si juntan a todos los jóvenes y los encierran no es la solución a nada, por eso no estamos de acuerdo con esa forma de lo que llaman rehabilitación. 
—¿El SIRPA es una solución hoy, donde incluso se han denunciado hasta torturas? 
—Pero eso no va en una cuestión de política pública sino en un mal rol del funcionario.
—¿O sea que en las cárceles la policía corrupta también es un tema personal y no del aparato? 
—No, no lo decimos para lavarnos las manos sino por la comparación que hacés del SIRPA con lo que sería que vayan a una cárcel común.
—Pero hoy desde los 13 a los 18 años se los aloja en el SIRPA. ¿Puede salir un joven efectivamente rehabilitado del SIRPA así como está? 
—Son cosas diferentes. Tienen una política más de educación y están todos en igualdad de condiciones.
—¿O sea que habría que dejar todo como está? 
—Quizás mejor implementado. Pero últimamente hay otra política con respecto a la reinserción más que nada, y ya hay gurises que están trabajando a partir de ese nuevo programa. El SIRPA es relativamente nuevo y como tal está en proceso, y estas cosas que han surgido sirven para evaluar y continuar mejorando.
—¿Qué les dirían a quienes están convencidos de que votando el sí a la baja se puede solucionar un enorme porcentaje del problema de la inseguridad? 
—Lo que pasa es que lo único que muestran de los jóvenes en los medios es eso. ¿Cuántas de las cosas que hacemos acá se muestran a nivel masivo? Ninguna. Y nosotros somos una pequeña parte de jóvenes que hace algo en Cerrillos. Entonces si te pasan en tres informativos diarios durante cinco días a un joven robando es obvio que la gente va a pensar que el mayor porcentaje de robos es culpa de los jóvenes.
—Entonces hay gente más permeable que otra, porque la gente que no va a votar el sí a la baja también mira televisión. 
—Los medios de comunicación forman opinión en cuanto a que los jóvenes son todos chorros y no muestran lo positivo de los jóvenes.
—¿De qué forma creen que podría rescatarse al joven que está creciendo en una familia problemática para no llegar a delinquir? 
—Tiene que haber una intervención a nivel familiar. Además ahora se está implementando todo lo que son escuelas de tiempo completo, donde se busca que también tengan un equipo multidisciplinario. 
—El argumento que más se usa es que los gurises roban para conseguir droga. Lo que no se dice es que los que les venden son mayores. ¿No habría que tener una política más a fondo de combate al narcotráfico como causante y no tanto penar las posibles consecuencias delictivas del menor que consume? 
—Sí, pero hay que ver también por qué consume ese menor. Ya de por sí la sociedad lo excluye y ese joven consume para escapar de la realidad que vive.
—O ni siquiera se lo plantea. 
—Claro que no.
—¿Conocen a alguien de Los Cerrillos que esté a favor del sí? ¿Qué fundamentan? 
—A algunos pocos. Dicen que al que roba hay que matarlo porque no se va a recuperar nunca y si hace algo tiene que pagarlo, van a eso nomás.

Con la alcaldesa Rosa Imoda
SISTÉMICAS DISFUNCIONES, BATMAN


Desde 1985 se intentó bajar dieciséis veces la edad de imputabilidad pero en ninguna ocasión se logró. Hubiéramos deseado encontrar algún referente a favor de esa baja en Los Cerrillos para poder transmitir su posición pero cuando hasta la propia alcaldesa blanca Rosa Imoda no está a favor no buscamos más.

—El Partido Nacional comenzó impulsando el sí a la baja. 
—Algunos sectores.
—¿Ahora dieron libertad de acción para todos sus militantes. 
—Sí, dieron libertad, pero yo nunca estuve de acuerdo con el sí.
—¿Aunque lo impulsaba el herrerismo? 
—Una parte del herrerismo. Pero ahora ya no existe el herrerismo.
—¿Por qué estás a favor del no a la baja? 
—Porque trabajé veinte años en el INAU y sé que no es la solución.
—¿Cuál es la solución? 
—La solución pasa por otro sistema, por un sistema educativo diferente, con valores desde niños como cuando nuestros padres y maestros eran nuestros referentes, y por lo tanto creo que una ley que baje la edad de imputabilidad no es lo mejor.
—¿Qué cambiaría si triunfara el sí? 
—Que irían a otro sistema de privación de libertad.
—¿Más represivo? 
—Más represivo. Pienso que el INAU se debería encargar de los menores desamparados y formar personas para tratar con esos chicos privados de libertad, porque acá quedaron los mismos funcionarios bajo el mismo sistema, entonces estamos educando de la misma manera.
—¿Como funcionaria del INAME/INAU durante veinte años pudiste llegar a descifrar por qué un menor llega al delito? 
—Porque no estuvo contenido en su casa, no tuvo valores de familia. Son niños que se criaron en la calle, que muchas veces los mismos padres los mandaban a delinquir, entonces para ellos es algo normal porque ya vienen de ver delinquir a la madre, al padre, al tío o a un hermano mayor y ellos hacen lo mismo, para ellos está bien. Entonces hay que empezar a formar desde el sistema de educación inicial.
—¿O sea que es sólo un problema de los gurises de clase baja? 
—No, ¿quién dice que los gurises de clase alta están bien educados? Muchas veces sus padres están ausentes, no están nunca. No es un tema económico, es un tema social.
—¿Se ha hablado dentro del Partido Nacional de cómo se podría menguar por lo menos el problema de la inseguridad? 
—Hay un plan para abordar el tema de la inseguridad si se llega a ganar, pero yo no estoy trabajando en él ni estoy muy empapada porque estoy a pleno en la alcaldía.
—¿Ese plan incluye otra baja de la edad de imputabilidad? 
—Lo desconozco, a mí no me lo consultaron y no estoy de acuerdo. Pero además no puede estar incluido porque eso va a ser resuelto en el plebiscito. Sí pienso que se van a buscar otras alternativas.

Con Rodrigo Roncio, director de la Juventud IMC
LA BAJA SON LOS PADRES


Prefirió responder a título personal o de su banda Carnosaurios, pero la posición de Rodrigo está inevitablemente enlazada a la del Frente Amplio, por lo que puede considerarse como corporativamente oficial.

—¿Por qué los políticos que más hablan sobre esta reforma son los que están a favor del sí a la baja? 
—Todas las comunicaciones del Frente Amplio en este momento salen con la grulla del no a la baja.
—En los discursos no lo veo así. 
—De los errores se aprende, y lo que vos planteás son errores de los que hay que aprender. Uno se tiene que jugar más, el sistema político se tiene que comprometer más todavía con el tema del no a la baja. Yo estoy en contra de la baja de la edad de imputabilidad por un abanico inmenso de razones, pero se viene sectorizando mucho este tema, y puede ser un error porque votar no votan solamente los jóvenes, votamos todos, y este no es sólo un tema de jóvenes.
—Los inimputables no votan. Puede por eso ser un tema fácil de abordar, porque no se están perdiendo votos del lado de la franja que se pretende condenar. 
—Este no es un tema de pérdida o no pérdida de votos, incluso creo que poner esta campaña en época electoral es embarrar la cancha, así como pasó con la ley de caducidad. Para mí lo que hay que discutir en esta campaña es el concepto de la cultura, el sí o el no a la baja como un tema cultural.
—Hay muchos países donde las cárceles no están en manos del Ministerio del Interior sino del Ministerio de Cultura. ¿No sería esa una mejor gestión para Uruguay? 
—Sí, es que acá hay que empezar a cambiar algunos paradigmas. ¿Queremos seguir apuntando a un sistema de rehabilitación o queremos empezar a apuntar a un sistema de prevención?
—Para vos que estás en contacto con tantos jóvenes, ¿cuál es el perfil de un joven problemático? 
—A mí me parece que no tiene perfil, hay situaciones de vida que no empiezan hoy y son tan diversas como la vida, porque uno puede delinquir en una situación de vida que supone ser favorable o en otra que supone ser desfavorable. Y lo favorable no tiene que ver con lo económico.
—Puede afanar tanto el de Casabó como el de Carrasco. 
—Por eso. Cada joven es singular, y en singular hay que pensarlo.
—¿Desde el partido de gobierno qué se piensa como alternativa para combatir la inseguridad? 
—La ley de regulación del autocultivo del cannabis apunta a la seguridad para el consumidor y a la batalla contra el narcotráfico, a empezar a regular algunas cuestiones que tienen que ver con las libertades. Después el mejoramiento en la educación, la inversión que se dice que va a ser mucho mayor. Porque el concepto de seguridad hay que abarcarlo desde el lado de las libertades, de la educación, de la cultura. En el tema del Ministerio del Interior, en esta gestión se ha invertido fuertemente en ese ministerio. Y después está la cuestión de la discusión de los paradigmas, que es la que la fuerza política está dando, qué paradigma político tenemos acerca de la seguridad. La baja son los padres.

Con Eduardo Rodríguez, de Kolping
MENOS CÁRCEL Y MÁS ABRAZO


Uruguay aprobó en 2004 el Código de la Adolescencia, con el que se responsabiliza penalmente a los menores de 13 a 18 años, por lo que esa franja etaria ya sufre condena por sus delitos. La asociación católica Kolping está presente en Los Cerrillos desde 1997, trabaja fundamentalmente con niños y jóvenes y se ha posicionado a favor del no a la baja. Sabe de lo que habla. Este es el diálogo con Eduardo.

—Kolping se expidió a favor del no a la baja. ¿Por qué? 
—El Equipo Nacional de Jóvenes Kolping desde principio de este año fue dialogando sobre el sí y el no, consultando en las bases, y en agosto elaboró un documento promulgándose a favor del no a la baja.
—¿Por qué no? 
—Primero porque es ir en contra de los principios de Kolping, que como sacerdote apuntaba a atender las necesidades de la época y se encontraba con una población de jóvenes que producto de la revolución industrial no tenían trabajo, que tal vez se podían dedicar a robar porque no tenían otra salida. Entonces los agrupó, les enseñó un oficio y además compartían experiencias, en qué andaba cada uno, qué cosas les preocupaba o les gustaba.
—¿Creen que los gurises se podrían rehabilitar a través de un trabajo similar hoy y aquí?
—Sí, nosotros decimos menos cárcel y más abrazo. La sociedad carece de mucho afecto y estos jóvenes que ahora se intenta encarcelar son nada más que personas que carecen de ese afecto y de ese acompañamiento. Ya están condenados desde el momento que nacen, ¿qué más condena les quieren dar?
—¿O sea que la inseguridad es un problema sociofamiliar? 
—Podría decirse que sí. Decir no a la baja no es desconocer que hay inseguridad, pero la mayoría de los delitos que se cometen en este país no son de mano de menores, y también responden a una lógica social donde muy pocos tienen mucho y muchos tienen muy poco.
—Es decir que también es un problema de desigualdad social. 
—Sí, y es un problema que estigmatiza mucho a los jóvenes, porque incluso los que están a favor de bajar la edad de imputabilidad dicen que no son todos los jóvenes, son algunos, ¿a quiénes apunta eso?, a los más desfavorecidos. La lógica de las clases sociales hace que esta idea del robar no sea tan visible para las clases altas, porque el cometer un delito atiende a una necesidad.
—Real o ficticia. 
—Sí, uno no roba porque quiere, uno roba porque tiene que atender a una necesidad real o ficticia, pero las necesidades materiales la gente de clase alta las tiene cubiertas. Lo que sí, hay que dejar de partidizar este problema social, porque a mí me da la sensación de que si vos no estás a favor de bajar la edad de imputabilidad sos de izquierda y que si le decís sí a la baja sos de derecha, y no es así. Hay un montón de gente de todos los partidos políticos que está trabajando por el no a la baja, como también gente de todos los partidos, también de izquierda, pensando en decirle sí a la baja. Este problema social no admite partidismos. Va mucho más allá de cualquier color partidario o religioso.



LOS CHICOS POBRES Y LA LEY

(o la trampa de los “modernos regímenes penales de menores”)


Se dice que en Argentina llueve y en Uruguay nos mojamos. En Argentina se vive una política represiva contra los menores, que además de arbitraria y cruel es de legislación abierta. Por eso le pedimos a María, escritora combativa, abogada, militante y otros, que escribiera un artículo para esta revista. En 1992 Verdú es cofundadora de la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional en Argentina (CORREPI), desde donde se denuncia y se brinda apoyo legal a las víctimas de la represión gubernamental.


Cada vez que un adolescente aparece involucrado en algún delito vuelve a la tapa de los diarios el “debate sobre la imputabilidad penal” y se produce una avalancha de opiniones de políticos oficialistas, opositores, periodistas, y “expertos” profesionales o amateurs. En general todos reclaman cambios en las leyes o en la forma de aplicarlas, con matices que van desde el pedido liso y llano de represión explícita, hasta los que abundan en su discurso palabras “progres” como reinserción, resocialización, garantías y derechos. Alguno podría preguntarse, con cierta dosis de ingenuidad, por qué no se genera un debate similar frente a la infinidad cotidiana de delitos, muy superior en cantidad y calidad, que diariamente protagonizan policías, gendarmes, prefectos, guardiacárceles o militares, o para los crímenes de la burocracia sindical, los funcionarios o los empresarios. Lo cierto es que en estos casos el análisis mediático y la “opinología” no generalizan ni se extrapolan conclusiones más allá de lo que insisten en presentar como “hecho aislado”, muchas veces calificado como “insólito” o “sorprendente”. Es que batir el parche sobre la “criminalidad juvenil”, en el marco de la tesis de la “inseguridad ciudadana”, que tan eficaz resulta para profundizar los mecanismos de control social difuso sobre las grandes mayorías empobrecidas, rinde frutos por derecha y por izquierda. Permite a unos y otros mostrarse preocupados por lo que caracterizan como “demanda social”, apoyados en la realidad incontrastable de que la miseria y uno de sus correlatos, la salida delictiva individual, existen, al tiempo que llevan agua a sus diferentes molinos, y hacen su aporte a la construcción de un “enemigo interno” cada vez más identificado con un adolescente de gorrita con visera.
Abundan en Argentina, en los últimos años, los proyectos de leyes de responsabilidad penal juvenil, algunos ya sancionados en jurisdicciones locales, otros con permanentes y oportunas reformulaciones en el ámbito legislativo nacional y de las provincias. La mayoría, acordes con los vientos que soplan, declaman con cuidado cuanto derecho y garantía procesal recordaron sus autores, e invocan a cada paso la constitución y pactos internacionales. Así, empaquetan con un velo “políticamente correcto” la sujeción de pibes de 14 años a un régimen penal similar al de los adultos, que ni siquiera excluye el arbitrario procedimiento sumarísimo de la “flagrancia”.
El lenguaje adoptado por los voceros oficiales nos habla de la necesidad de “dar a los chicos, desde los 14 años, el derecho a ser juzgados con todas las garantías procesales” pretendiendo dar a entender que el establecimiento de un régimen de responsabilidad penal juvenil será al mismo tiempo una mejora en las condiciones procesales de los menores. Otra vez, asesoramiento del juez Zaffaroni mediante, la etiqueta progre para el veneno represivo.
De lo que se trata, en definitiva, es del derecho a ser condenados. Parte del discurso para la tribuna se nota cuando se habla, por ejemplo, de poner límites a la duración de los procesos, de un año desde su inicio hasta la sentencia, o en casos de cuatro meses (como el caso de la flagrancia), términos que cualquiera que camina los tribunales sabe que sólo se pueden cumplir con condenas “express”, a través de mecanismos como los juicios abreviados, en los que toda la actividad del defensor oficial se reduce a la extorsión (“firmá el abreviado, pibe, te conviene”). Esas formas “alternativas” de terminar el proceso, aplicadas a la realidad material de los chicos que son judicializados en nuestro país, los más pobres y vulnerables, son formidables herramientas de disciplinamiento social.
Lo que no se dice es que con las actuales leyes vigentes ningún pibe, culpable o inocente, es impune. Si tiene más de 16 años va a juicio como cualquiera, sólo que lo juzga un tribunal que tiene un cartelito en la puerta que dice “Menores”, y en lugar de ir a una cárcel va a un instituto, como el Rocca, el San Martín o el Belgrano, donde el mismo cartelito es la única diferencia.
Y si tiene 14 o 15 años la cosa es todavía peor. Es cierto que no se lo juzga, porque es “inimputable” por su edad. Pero se lo interna en algún instituto o, si tiene suerte, es adicto y hay cupo, en alguna “comunidad terapéutica” de donde va a salir alguna vez mucho más adicto de lo que entró, pero, además, abusado, violado, embrutecido y listo para que lo fusile el primer policía con el que se cruce en el barrio. O no va a salir nunca, como los centenares de pibes que mueren por año en alguno de esos lugares “de protección”.
Aunque no aparezca escrito en ninguna ley, la forma que tiene el estado para adoctrinar a nuestros chicos, los hijos de los pobres, no variará con una u otra legislación: la picana, los “suicidios”, las torturas, el encierro, la muerte.
La profundidad de la trampa se ve con claridad si miramos la forma en que realmente ocurren las cosas. En cualquier barrio de trabajadores, de cualquier ciudad del país, encontramos las mismas historias sobre detenciones cotidianas en las que la policía -o la prefectura, o la gendarmería, cada vez más presentes en el patrullaje urbano- “levanta” uno o más pibes que caminaban por la calle o pasillo, que iban o volvían de sus casas. En la mayoría de los casos el propio detenido y su familia no pueden explicar el motivo formal de la detención. Sólo saben que el chico fue arrestado, que pasó un mal rato (generalmente un día o una noche entera, habitualmente con paliza o peor) en un calabozo, y que fue puesto en libertad con tanta discrecionalidad como fue detenido. 
Cuando indagamos, confirmamos que, salvo contadísimas excepciones, ninguna de esas detenciones obedece, ni en la forma ni en el fondo, a acusaciones delictuales. En abrumadora mayoría aparecen como tardía legitimación la averiguación de identidad o las faltas y contravenciones, que técnicamente no debieran aplicarse a menores de 18 años, o las simples “detenciones de menores”, blanqueadas mediante sistemas como el de “procedimiento de entrega del menor” de la provincia de Buenos Aires, muy similar al viejo “Memorándum 40”, una orden interna policial que habilitaba detenciones de menores sin intervención judicial. Este memorándum fue descubierto a partir de la detención y muerte de Walter Bulacio en la Comisaría 35ª de la Policía Federal Argentina en 1991.
Mienten quienes nos pretenden imponer el falso debate legislativo, escondiendo detrás de la biblioteca los cadáveres de los miles de pobres pues cada día y medio, con un nuevo muerto, reafirman que mientras se mantenga este carácter clasista del sistema judicial y de todo el estado, los niños pobres seguirán muriendo en los reformatorios, seguirán torturados en las comisarías. Y por supuesto, también seguirán siendo pobres.
De eso se trata todo este “debate” sobre la imputabilidad penal de los menores de edad. De cómo exterminarlos en mayor número, al menor costo posible. Y que los que queden vivos sirvan de clientes para las porquerías que trafica la burguesía, y de mano de obra esclava para su policía. Y que aprendan que si se rebelan, si dicen “no”, pueden pasar a engrosar la lista de los 213 desaparecidos, como Luciano Arruga, o de los millares de fusilados por el gatillo fácil. Para que nunca, nunca, tengan la libertad de decidir que no quieren seguir viviendo de esa manera, ni, mucho menos, la conciencia para intentar cambiarlo.


Dibujo de mi amigo argentino Demián Aiello, dibujante, humorista y director de cine, con quien venimos trabajando en el documental sobre Jorge Lazaroff “Rascá la cáscara”.