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VENTANILLA 14, FILA 82, NÚMERO 633
Obviamente el término “desburocratizacionados” no existe, o al menos no existía hasta este número, pero si por la burocracia fuera ya lo tendría registrado. Porque su finalidad expuesta es hacerlo todo más complicado y espeso, inaccesible hasta el cansancio, demorado, absurdo, lento y complejo. Es el arma que se ha dado el estado para decir primero que no y luego que tal vez, hasta que el pobre usuario, que si pudiera también sería un burócrata más, inamovible y de seis horas diarias, desista y el trámite se de por concluído, pero ahora encima por impersistencia del pobre tipo que “no lo siguió”, o sea, deslindando al estado de esa responsabilidad que al fin logró trasladar al otro. La burocracia en sí es otra cosa, pero esta desviación burocrática es el candado sin llave de lo que llaman democracia. Sirviéndose de ella el estado posterga absolutamente todo lo que puede hacer antes, hasta que por sobredosis de ese vicio acaba no haciéndolo. Pero si uno se lo propone se la puede sortear, y ahí ya entran a jugar la estrategia y la habilidad propias ante un derecho lícito que muchas veces desconocemos tener. Una de esas estrategias consiste en evitar quedarnos amarrados a los mandos medios, los burocráticos mandos medios, y buscar llegar y comprometer la palabra del que toma las decisiones, que generalmente suele ser menos burócrata que quien le sigue en el escalafón, pero que delega en ese otro de más abajo por jerarquía impuesta por el orden burocrático. Por ejemplo en los últimos meses, cuando debimos hablar con alguna jerarquía ministerial la primera respuesta fue que teníamos que solicitar audiencia a través de un formulario que aparece en la página de todos los organismos públicos, y que difícilmente sea respondido alguna vez, o a lo mejor más tarde que nuestras necesidades precisas y concretas. Entonces evitamos ese formulario, lo ignoramos, apuntamos a las cabezas jerárquicas, y en menos de una hora fuimos confirmados que al día siguiente se nos recibiría en la DINAMA y en el MGAP, y así fue. Recién estaríamos comenzando a esperar una respuesta si hubiéramos llenado ese tal formulario, que no se constituyó en posibilidad sólo para nosotros sino que así funciona, así es para todos igual. Pero no debería ser necesario quebrarle la columna vertebral al sistema burocrático para que cualquier ciudadano alcance su mínimo objetivo: ser atendido correctamente y recibir respuesta adecuada a lo que plantea. Hasta donde pudimos ver y vivir esto en Los Cerrillos todavía no ocurre. Para lograr las entrevistas que aparecen en esta publicación fui a la Comisaría, me atendió una funcionaria y en menos de treinta segundos ya estaba dialogando con el comisario Da Rosa. Y lo mismo ocurrió en el Juzgado de Paz con el juez Daniel Mazzeo y en el Municipio con la alcaldesa Rosa Imoda. En Los Cerrillos esperar con el número 633 en la fila 82 para ser atendidos en la ventanilla 14 todavía no sucede, como posiblemente ocurra en la gran mayoría de las poblaciones pequeñas de todo el país. Pero Cerrillos va creciendo indefectiblemente, como también sus autoridades van rotando, y debemos ocuparnos entre todos de evitar que la pandemia burocrática se instale impunemente en nuestro paraje, bajo cualquier forma.
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