viernes, 14 de noviembre de 2014

Mirada propia y arbitraria con el diario del lunes
LAS NIEVES DEL TIEMPO
Ni análisis ni balance, sino apenas una pequeña y personal mirada sobre estas elecciones sin mayores sobresaltos ni sorpresas, donde un aggiornado Frente Amplio volvió a imponerse en un final sin bandera verde y con la fusta abajo del brazo ante un rival que sorprendió en las internas de su partido pero que, al igual que su ahora aliado sin apellido, aún no se ha percatado de que la mayoría de los ciudadanos que votan, apartados ya de toda aquella postura crítica que caracterizaba a los orientales predictadura, mantiene la sensación de que este nuevo frenteamplismo les ofrece un mayor nivel de bienestar que los del poncho o el sobretodo de comienzos del siglo pasado. La memoria del votante de hoy es de corto alcance, lo cual sólo le permite recordar -y con razón- las políticas neoliberales de los gobiernos blancos y colorados que pusieron al país al borde del caos -siempre sólo en materia económica hablando- mientras que el Frente Amplio, en cambio, aún no tiene una historia gobernante que sobre todo las clases media y alta puedan llegar a evaluar con igual rigor, lo mismo que las políticas de derechos humanos pero en muy menor nivel de importancia. Por tanto con sólo hacer la plancha no parece posible que el FA pueda perder el gobierno a muy corto plazo, sobre todo si logra que el encanto de las clases sobrevivientes permanezca intacto.
 
Queda demostrado a lo largo de la historia que la enorme mayoría del uruguayo tipo es de centroderecha, y más aún desde mediados de los ochenta. Ello fue rápidamente comprendido por el Frente Amplio, que a partir de aquellos años cambió su discurso y su práctica en ciertos aspectos radical por una propuesta de corte más conciliadora que confrontativa y por una estrategia política más cercana a las expectativas de esos connacionales, y con esa propuesta llegó al gobierno nacional, ya que de lo contrario no lo habría logrado. Pero ese cambio de estrategia fue fundamentalmente acordado entre las fuerzas políticas de esa coalición, por lo que debió sacrificar su primera estructura organizativa de coalición y movimiento, ya que no pocos militantes de los comités de base, que no casualmente fueron desapareciendo, posiblemente todavía mantenían su esperanza de acceder a un socialismo que aquella identidad política mayoritaria en el país jamás habría acompañado. Así, los principios fundacionales que gestaron el nacimiento del Frente Amplio en el ‘71 quedaran en el ‘71. Yo estaba presente en la Casa del Pueblo, sede del Partido Socialista, como delegado por el departamento de Colonia, cuando José Korseniak anunció en una reunión muy interna que tenía al mejor candidato para presentar a las elecciones municipales de Montevideo, por tratarse sobre todo de un profesional reconocido a nivel barrial, sin antecedentes violentos que pudieran alejar al votante conservador, y esa fue la primera vez que oí hablar del candidato a la intendencia Tabaré Vázquez, aunque él no estaba presente, entonces perteneciente al Partido Socialista, que con una prolija administración municipal accedió luego a la candidatura presidencial y a la presidencia de la república. Por entonces habría sido impensable que cualquier votante de la izquierda no radical le diera su voto a José Mujica, que hacía cuatro años había salido de la cárcel como integrante activo de una guerrilla que luchó dignamente contra un sistema, el mismo sistema del que él hoy forma parte. Pero esa fue otra demostración del cambio procesado por la izquierda uruguaya, como también ocurrió con el presidente y ex guerrillero Daniel Ortega en Nicaragua: poder convencer, con un ropaje filosófico muy peculiar, que en la madurez de su trajín, y ya muy lejos de todo acto subversivo, el sistema democrático representativo le permitiría otras batallas más políticamente correctas, uno de los puntos en que más severamente se enfrentó con la continuidad revolucionaria de Raúl Sendic padre, ya fallecido. Así, las nuevas propuestas del FA fueron más fácilmente digeridas y apoyadas por la mayoría de la población y se conservó el sillón presidencial. Pero hay una primera cosa a tener en claro: más allá de un par de legisladores frenteamplistas renunciantes a sus bancas, que no al Frente, todos los dirigentes integrantes de esta coalición están capitaneando una marca registrada que bien podría haber cambiado de nombre sin que ningún frenteamplista se sintiera molesto, porque muy pocos son los principios fundacionales que hoy mantiene guardados en su alforja programática. Y no estamos diciendo nada nuevo, ya que unos ocho años atrás se manejó renombrarlo Frente Amplio Progresista y hace más de una década Encuentro Progresista, nada de lo cual prosperó. Con esto queremos decir que el Frente Amplio es la mejor opción existente para el Uruguay de hoy, pero que él poco representa al Frente Amplio de ayer. Y el pluriclasismo que agrupa o detenta también lo condiciona en su accionar de gobierno, porque en la práctica debe ocuparse de defender a los unos y los otros para no perder los votos de ninguno, así sea facilitándole mercados y beneficios tributarios a los más ricos como proveyendo planes de emergencia a los más pobres, aunque siempre manteniendo esa equidistancia entre unos y otros. Pero el Frente Amplio además tiene asegurada su victoria en el balotaje porque enfrente no tiene a nadie que le pueda competir. De las otras dos fuerzas mayoritarias el Partido Colorado, muy deliberadamente apartado de lo que le pueda quedar de batllismo, se mantiene en una postura demasiado similar a la del progenitor con apellido, y a pesar de la corta memoria del uruguayo tipo aquella marca de fuego posiblemente perdurará por varios quinquenios, como quedó demostrado en la muy escasa votación de Pedro Bordaberry, aunque el temor ciudadano lo haya beneficiado indirectamente con un amplísimo porcentaje de votos al sí a la baja de la edad de imputabilidad, aunque provenientes de votantes de todos los partidos políticos. Mientras tanto, en la otra esquina del ring electoral el sucesor de los Lacalle Herrera también debió afrontar una derrota mucho mayor a la que incluso pronosticaban las encuestas y a la que él mismo esperaba. Y esos votos perdidos por los llamados partidos tradicionales y por el no menos tradicional Frente Amplio redundaron en la banca de Pablo Mieres en el Senado y de Eduardo Rubio en Diputados, con un número nada despreciable de voluntades que acompañaron al PERI, a punto también de lograr una diputación. De todas maneras el Frente Amplio alcanzó la mayoría en el Parlamento, que era uno de sus objetivos principales, y ni sumando todos los votos de sus contrincantes correrá el riesgo de perder en la segunda vuelta. Uruguay optó por mantener el continuismo progresista y ello le asigna potestad para seguir por el mismo rumbo iniciado hace catorce años y medio, aunque ahora con Tabaré Vázquez como presidente en lugar de José Mujica, hombre que logró edificar su personaje, posiblemente sin planteárselo, a partir del asombro generado en casi todos los medios de prensa del exterior. Pero más allá de la cuestionable adaptación al sistema de parte de Mujica y de varios episodios todavía no aclarados que enfrentaron algunos jerarcas de su administración, Vázquez es otra cosa, y a corto plazo se verá si acepta manejarse con la estrategia del renovado Frente Amplio o si asume la osadía de imponer su ideología propia por sobre la de la fuerza que le toca representar, como lo hizo en su primer gobierno, cuando a través de decretos canceló el resultado del plebiscito sobre la no privatización del agua y el dictamen parlamentario por la ley de salud sexual y reproductiva, sumado ello a su estrecha relación con la derecha católica (Opus Dei y Universidad de Montevideo, por ejemplo), con algunos líderes del imperio estadounidense y con otras fuerzas de poder ya conocidas. Así también tendrá a su cargo la resolución de varios temas que se encuentran en carpeta, entre los que destacan los proyectos de megaminería a cielo abierto y el relacionamiento con Argentina, entre varios otros. También, según sus particulares características morales, posiblemente deba enfrentar una lucha hacia el interior del Frente Amplio en otros temas menores, como la despenalización del acceso a la marihuana, el matrimonio entre personas homosexuales y, una vez más y de mayor importancia, la despenalización del aborto aprobada en la actual legislatura. La mirada cortoplacista del uruguayo medio lo estará observando y las nieves del tiempo ya platean las sienes del progresismo como para comenzar a recibir las críticas que la historia le demande.

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