jueves, 15 de mayo de 2014

Con la psicóloga y funcionaria del SIRPA/INAU Yeny Rodríguez 
VÍNCULOS

Nació y vive en Los Cerrillos. Prefiere autodefinirse analista y como tal atiende en su consultorio particular aunque también trabaja con jóvenes infractores en el Sistema de Responsabilidad Penal Adolescente (SIRPA), organismo dependiente del INAU. Considera que nos encontramos en un proceso de construcción de la identidad, con tres elementos referenciales: la tradición, el departamento y la capital del país, los que parecieran convivir en conflicto, al igual que el vínculo entre los jóvenes urbanos y la gente del campo, o lo que es lo mismo decir entre quienes defienden el tradicionalismo y quienes apuestan a nuevas formas de vida. A diferencia de otras opiniones, Yeny entiende que existen nuevos sitios de intercambio, más allá de la clase social o la edad, en algunos sitios públicos compartidos como las plazas o los clubes. Reitera también el concepto de que somos conservadores e individualistas y, lo peor, nuestra tendencia a estigmatizar algunas actitudes frecuentes de los demás. Si una foto fuera una característica identitaria Rodríguez carecería de esa señal de su identidad, pero como no lo es simplemente nos la queda debiendo.


—¿Cómo definirías la identidad de un grupo humano?
—Identidad es un término súper amplio. Identidad puede referir simplemente a la adscripción a determinado grupo, a determinada comunidad, a formar parte. Y otra cosa es la identidad por conciencia, ser consciente de por qué sos parte, ser consciente de la historia del lugar, ser consciente de tu propia historia.
—¿Se es consciente acá?
—Pienso que se está trabajando en eso.
—¿Quién está trabajando?
—Todos estamos trabajando en eso. El pueblo está trabajando en eso a medida que participa en determinadas actividades, a medida que se va acercando a determinados lugares, a medida que va sosteniendo determinados proyectos que son novedosos, por ejemplo el tema de darle lugar al juego. Cuando uno ingresa a Los Cerrillos hay un cartel que dice algo de eso, “estamos jugando”, “ciudad de los niños”; se está abriendo paso a cosas que antes estaban como acalladas.                     
—¿O sea que se va arribando a la identidad a través de lo lúdico?
—De lo lúdico, de espacios que promueven la participación y otro tipo de encuentros. Por ejemplo espacios verdes que estaban inutilizados, que eran depósito de basura, y con dos o tres palos rústicos y unos banquitos de hormigón ves a la gente que se reúne por la tarde y juega un rato con sus hijos, que se integra, que conversa con el vecino que no tuvo tiempo de conversar en la semana porque su vida cotidiana transcurre a un ritmo importante.
—¿Qué parte de la población habita esos espacios?
—Hay mucha participación juvenil e infantil. Y las instituciones educativas están como más abiertas a incorporar ese trabajo.    
—¿Esos centros de reunión van cambiando la identidad del pueblo?
—A mí me parece que sí.    
—¿De qué identidad venimos para cambiarla?
—En el fondo somos muy conservadores, porque esto de dar lugar a lo diferente, a lo nuevo, a escuchar nuevas voces, nos cuesta a todos. Es inherente al ser humano la resistencia a los cambios, y más estos cambios que de repente suceden más en Montevideo de una manera acelerada y se producen cosas que a veces no están tan buenas.
—¿Como cuáles?
—Todo el tema de los vínculos, de cómo nos vinculamos con la gente, esa lógica de desconocimiento del otro, del vecino que tenemos al lado.            
—¿Ese individualismo no existe ya de antes?
—El individualismo está a nivel de todos lados porque estamos pensando en esta lógica de mercado, pero acá se va a otro ritmo de vida y todavía transcurren nuestra vida y nuestros vínculos bastante diferente a lo que nos encontramos en Montevideo, y tendemos a conservar todo ese tipo de cosas, lo cual no está mal.    
—¿En todas las edades se tiende a conservar?
—Sí, pienso que sí.
—Me hablás sobre todo de una nueva forma de vida creada a partir de los niños o de quienes tengan relación con los niños. ¿La tercera edad dónde se mueve?
—Organizándose en torno a actividades que organiza la Casa de la Cultura, AJUPENCE, se hacen bailes espectaculares, disfruta la gente, hay dos coros de adultos mayores que viajan por diferentes lugares, hay gente ya conocida que se organiza en excursiones, grupos de conocidos que se organizan para el disfrute. Eso también hay que visualizarlo y valorarlo. —¿Eso no crea también guetos? El gueto de los niños jugando en la plaza, el gueto de los adultos mayores cantando en el coro, el gueto de los peones rurales trabajando en el campo, el gueto de los funcionarios públicos trabajando en la ciudad...
—No, yo no lo entiendo así. Explicame un poco mejor a qué vas.    
—Vos hablabas de centros de reunión, ¿el adulto mayor se junta exclusivamente con el adulto mayor por ejemplo?    
—No, no. Ayer voy, camino dos cuadras, llego a la plaza y encuentro el San Miguel repleto de gente, de niños compartiendo una merienda con sus padres, con sus vecinos, otros vecinos haciendo tortas fritas, era un intercambio y un nivel de encuentro espectacular, que yo hacía mucho tiempo no lo veía, no sé si porque no había antes o porque yo no me había fijado. Hay un componente humano desde el cual se puede trabajar y crear buenas cosas, cosas novedosas que aporten al pueblo, a conservar la tradición pero también a producir desde la originalidad.    
—¿Toda esa gente procura preservar una identidad cerríllense al margen de toda influencia externa?        
—No, no es como que hay que encerrarnos y conservar eso que hay acá. Me parece que constantemente estamos estableciendo nexos con Montevideo y con otras zonas que viven a otro ritmo y donde la construcción de identidad pasa por otro tipo de cosas, aunque sí es cierto que hay una tendencia natural a querer preservar las cosas que forman parte de la tradición de acá.    
—¿Como cuáles?
—Ese tipo de intercambio, de vínculo solidario con el vecino, que si le falta una herramienta “sí, yo te la presto, te la puedo prestar”, estar más o menos al tanto de lo que le pasa a uno o a otro para poder ayudar, diferentes cosas, esto del asado, de la reunión familiar, de colaborar con un club de baby fútbol para que los chiquilines puedan desarrollar actividades deportivas, colaborar cuando hay alguna complicación con algún vecino de Cerrillos…
—¿Ese conservadurismo que citabas en qué se expresa?
—En conservar la tradición de los vínculos, de esta visión del gaucho, de que la gente no deje el campo y se centre todo en la ciudad. Conservadurismo a diferentes niveles.
—¿La tradición y los valores tienen algún punto en común?
—Sí, pienso que sí.
—¿Valores que apuntalen una tradición o una tradición que apuntale esos valores?
—Algo que se genere en lo inmanente de la vinculación con la tradición y los valores. Ahora los medios dicen que estamos todos en una época de crisis de valores, estamos todos en crisis, esa es la lógica de hoy. Yo no sé si es tal. Estamos en crisis en tanto lo nuevo, la otredad, se pone… se actualizan los vínculos en las prácticas cotidianas y no sabemos muy bien para dónde agarrar con todo eso que se está generando. Siempre ha habido esa tendencia como a aplastar lo novedoso. Y lo tradicional busca la permanencia de algunas cosas y de asegurar que no cambien.
—¿Es decir que ese cambio que se intenta gestar por un lado la tradición lo frena?
—No sé si lo frena, pero cuesta que convivan.
—¿Qué grupos sociales o etarios chocarían ahí?
—De repente cuesta el diálogo entre los más jóvenes y la gente de campo.                —¿Cuáles son las problemáticas más frecuentes que te plantean tus pacientes de Los Cerrillos en el consultorio?    
—Esto de la fragilidad identitaria se pone en juego. Pasa mucho el “mi hijo el que no puede”, “mi hijo el que no sabe”, no sabemos entender al otro en otras facetas que nosotros de repente ni tenemos conocimiento y simplemente nos dejamos llevar por la nota y por calificaciones que ponen otros.
—Ahí aparece un conflicto generacional cierto.
—Es que ya están criados desde chicos para pensar en esa forma restrictiva del otro y desde la falta y la carencia, no a verlo desde lo potencial.
—Entonces mucha gente se sigue manejando con cabeza ajena para pensar su vida.
—Sí, puede ser un poco por ahí la cosa.
—¿La feria es un centro de reunión importante?
—Sí, es un buen espacio de intercambio con el otro y un buen lugar donde uno puede mostrar su producción personal y colectiva y lo que tenés para ofrecerle al otro. Y además todo lo que genera, porque ya no es simplemente esa práctica descarnada de ir y comprar algo que a mí me hace falta. Uno va, se encuentra, se toma su tiempo para charlar con el vecino que no ve hace no sé cuánto tiempo, te cruzás con el familiar que hace no sé cuánto tiempo no te lo encontrás. Es un espacio que le hace muy bien a Cerrillos, y que tiene que seguir progresando y ampliándose.     
—¿Qué cambios has ido notando en el pueblo a lo largo de tu vida?
—Yo lo veo un Cerrillos más integrado, más participativo. Cuesta, no nos vamos a mentir, pero cada vez somos más los que estamos trabajando en esto de una cuestión más crítica de las prácticas cotidianas. No son porque son, no sucede lo que sucede porque sucede, y la apertura de nuevos espacios, microespacios que generan otros macroespacios para pensar, para hacer, para producir.
—¿El Cabildo Joven puede llegar a ser un mojón que tienda al cambio dentro de Los Cerrillos?
—Pienso que sí, que es un espacio más, es un espacio interesante para potenciar quizás todas estas cosas de las que te vengo hablando, y que tampoco es restrictivo en cuanto a la edad, porque la juventud pasa por otro lado. Y el Cabildo ha tenido muchas instancias de intercambio con el coro, con AJUPENCE, con los de baby fútbol, ha estado un poco en todos los lugares. Igualmente el vínculo y el intercambio cuestan mucho, y la autoorganización y la autogestión también cuestan.
—¿Identificás algún hecho que genere rechazo por parte de la sociedad?
—Para etiquetar estamos todos. Estamos acostumbrados a eso también, a etiquetar, a etiquetar la delincuencia, a etiquetar al drogadicto, y poco a problematizar. De eso no estamos libres ninguno.
—Ese rotulismo también tranca la evolución.
—Tranca en la medida que nosotros nos dejamos trancar.
—¿Hay algún tipo de marginalidad en el pueblo?
—Pensar, generarte un espacio para pensar y pensarte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Su opinión: