miércoles, 16 de abril de 2014

En Uruguay cierran diez escuelas rurales por año

LAS LARGAS LEGUAS DE LA ENSEÑANZA


En nuestro país existen 1125 escuelas rurales a las que concurren unos 20000 alumnos, es decir un promedio de 17,7 alumnos por centro educativo rural según datos del Consejo de Educación Inicial y Primaria (CEIP). El organismo rector de la enseñanza también afirma que hay 590 con menos de diez alumnos, 250 con hasta cinco niños y 20 escuelas con sólo un alumno. En virtud de ello, el director general de Primaria y exsindicalista, Héctor Florit, aseguró al diario El País que cada año se pierden diez escuelas del campo por falta de alumnos, haciendo hincapié en un dato falso: “El desarrollo económico y productivo que tuvo el campo no se vio reflejado en el incremento de la matrícula escolar” afirmó, deslindando responsabilidades gubernamentales y culpando a “muchas familias que trabajan en el campo (pero) prefieren vivir en centros poblados y trasladarse todos los días a sus empleos”. A raíz de esa desidia por el sector productivo la matrícula escolar se redujo a menos de la mitad en cuarenta años y la tendencia es a la baja. Rodea a la tercera sección de Los Cerrillos una docena de escuela rurales: la 3 de Aguas Corrientes, donde también funciona un jardín de infantes; la 4 de Barrancas Coloradas, rumbo al Parador Tajes, donde trabajan dos maestros con serios problemas de locomoción; la 5 en Puente de Brujas, a unos 3 kilómetros de Cerrillos rumbo a Canelones, la 7 de Paso del Bote que en diciembre de 2013 quedó unidocente por bajo alumnado (en esta zona desde 2006 circulan dos ómnibus diarios, pero antes de esa fecha sólo se podía ir los lunes y volver los viernes); la 8 en Los Cerrillos al sur, sobre ruta 49, donde no existe locomoción; la 36 de Curva de Bruschi, que está atendida por la empresa Ceballos; la 37 en Quinta de Illa, unidocente y sin locomoción alguna; la 61 en Villanueva, sobre ruta 36, al lado del jardín rural 237, con buena locomoción; la 72 de Cuchilla de Sierra, cuyo acceso en ómnibus se habría solucionado este mes; la 120 en Campo Militar, también con muy buena locomoción; la 143 de Las Brujas, sin locomoción desde Los Cerrillos, con trasbordo en Beittone; y la 168 de Rincón del Colorado, con problemas de acceso. Además en ninguna escuela rural se atiende (aunque sí se los recibe) a niños con capacidades diferentes, por lo que no acceden a ningún tratamiento y mucho menos diagnóstico, asistiendo alumnos ciegos, con sindrome de down y otros, discapacitados intelectuales, motrices o múltiples, los cuales sólo pueden acceder a la misma educación que sus coetáneos, sin ningún tipo de cobertura asistencial específica para cada caso. Tampoco se brindan clases de música, canto, gimnasia, expresión corporal, plástica, labores, etcétera, ni se asignan los rubros necesarios desde Primaria para que ello pueda llegar a acontecer, y cuando se realiza la solicitud de estos profesores a Primaria simplemente no se recibe respuesta. Las distancias entre la parada de ómnibus más cercana y la escuela oscilan entre los dos y los siete kilómetros. Pero además del conflicto educacional que se crea en este aislamiento, la ausencia de medios de locomoción también dificulta enormemente el alcance más básico a la salud, imposibilitando a los ciudadanos el acceso a sus derechos elementales fundamentales, en el entendido agregado de que en muchos casos ni la propia población campesina los conoce. De todos estos temas, y algunos más, dialogamos con una serie de docentes que aparecerán innominados por todas las razones ya expuestas.

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