miércoles, 16 de abril de 2014

Desde aquí se ve

Esperando en la parada


Las frecuencias del transporte colectivo de pasajeros son reguladas a nivel nacional por el Ministerio de Transporte y Obras Públicas y en lo departamental por la Intendencia de Canelones. No debe existir en esa regulación ninguna injerencia por parte de las empresas, sino que ellas deben aceptar y cumplir lo que se dictamine desde los ámbitos de coordinación antes citados, aunque a veces ello no ocurre, ya que por viejos vicios que aún permanecen vigentes muchas veces esas empresas presionan a los organismos estatales para conservar sus lucrativas prebendas, y a veces lo logran y otras no. Sea como fuere, en este caso también deben entender las autoridades que el bien común y la calidad de vida de los pueblos está por encima de cualquier fin de lucro privado que se le interponga. Eso a veces ocurre y a veces no. El aislamiento parcial que padece Los Cerrillos en materia de transporte no es sólo potestad de Los Cerrillos, ya que incluso hay muchas poblaciones del Uruguay profundo por donde no ha pasado ni pasa un solo ómnibus en su historia o quizás apenas uno o dos por semana,  y se la tienen que arreglar, pero el deber de los organismos públicos que gestionan las frecuencias de transporte es el de propender a que ningún sitio del Uruguay quede aislado, porque ese aislamiento también cifra las identidades sociales, culturales y económicas de cada uno de esos parajes, además de que en muchos casos puede representar también la ínfima diferencia entre la vida y la muerte. El desinterés por la atención de las zonas rurales tiene orígenes históricos pero vigentes aún hoy, así como el vaciamiento del campo continúa siendo una constante que parece no interesar ser atendida por nadie en el país ex agrícola-ganadero. Pero esa desatención excede también la zona rural y se extiende a la semirural, como la nuestra, a apenas 37 kilómetros de la capital del país. En la ONDA vaciada hace décadas pueden quedar vestigios de cómo se llegaba mejor a esas zonas, pero por algo la ONDA fue vaciada. Como ejemplo, usted de pronto necesita ir a cuidar un familiar a un hospital montevideano, pero deberá estar atento a que alguien lo releve antes de las diez de la noche para tener tiempo de llegar a la terminal de Río Branco y tomarse el último ómnibus del día hacia Los Cerrillos a las once de la noche, o de lo contrario deberá pernoctar en ese hospital, o en la calle si en lugar de ir a cuidar a un familiar internado se le ocurre asistir a un cine o a un espectáculo teatral o musical. Y si no quiere dormitar en la calle hasta el primer ómnibus de la mañana mejor vaya pensando en desembolsar unos 600 pesos para pagarse un habitación de un hotel de una estrella o en invertir algunos pesos menos consumiendo varios refrescos, cafés o cervezas en el único boliche abierto las veinticuatro horas en las cercanías de la terminal (San José y Río Negro), porque si se le ocurre aguantar la espera en Río Branco, al lado del puerto, es muy posible que el dinero que (le) gasten sea mucho mayor. Pero lo mismo ocurre si debe viajar a cualquier otra localidad de Canelones, donde las frecuencias muchas veces culminan bastante antes de esa hora, o peor aún si por ejemplo debe hacerlo a Pando, para lo cual primero deberá tomar un ómnibus a Montevideo para luego trasladarse de allí a esa ciudad, porque desde Canelones a Pando no existe ninguna frecuencia y mucho menos desde Los Cerrillos, claro. En el caso de Montevideo la responsabilidad es del Ministerio de Transporte pero en el de las ciudades del departamento de la Intendencia de Canelones. A primera vista resultan casos de sencilla resolución, pero esa resolución demora en aparecer. ¿Tanto poder tienen las empresas que lucran con el transporte o el motivo (¿y el desinterés?) es otro? Un caso similar, pero más grave en esencia, es el del acceso a los centros de enseñanza, donde Los Cerrillos está rodeado de al menos una docena de escuelas rurales en algunos casos incrustadas más de 5 kilómetros territorio adentro. La idea de este trabajo es sensibilizar y emplazar a las autoridades sobre el tema en cuestión, a la vez que ayudarnos a despertar de nuestro letargo y pasividad, también históricos, como ocurre en todas las poblaciones del interior del país, donde damos por sentado que lo hecho, hecho está.

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