Desde aquí se ve
FRANKENSTEIN EXISTE
En las grandes ciudades se genera y padece esa niebla tóxica que habitualmente llamamos smog o esmog. Aquí no. También la contaminación sonora afecta a esos centros concentradamente poblados, que aquí no. Por eso para saber de qué morimos es necesario antes identificar de qué y para qué vivimos. Quizás de esa manera podamos evitar algún día que muertes por esas causas se sigan sucediendo. Yo vengo del departamento de Colonia, donde en Juan Lacaze existe el índice más alto de Uruguay de muertes por cáncer. Las industrias papelera y textil han contaminado el río que baña a los lacacinos de tal forma que resulta inevitable estar a la cabeza de esa estadística mortuoria. Pero allí siguen viviendo y muriendo los lacacinos, sin que nadie se ocupe de sanear su ecosistema y tomando su realidad como un hecho natural e inevitable, si total así fue siempre desde mediados del siglo XX. Los sábalos de José también ingieren el barro y los químicos de ese cauce y los trasladan como alimento a los pobladores. Si total así fue siempre. Pero desde que se expandieron las plantaciones de eucaliptos y pinos los sabaleros comenzaron a asistir a una nueva realidad: en las cercanías de esas plantaciones el agua comenzaba a escasear. Claro, cada uno de esos árboles consume unos treinta litros de agua por día, y los humanos apenas dos. Aparecieron entonces los métodos paliativos, que para nada solucionan la situación de raíz sino que la emparchan: desde la capital del departamento les empezaron a enviar semanalmente camiones sisterna con agua para paliar el drama de la falta de agua. Y así es en todo y en todos. También en Sauce las muertes por contaminación hídrica llegan a cifras que por lo menos deberían llamar la atención de sus habitantes. ¿O de tan habitual ya no asombra? En este número el productor orgánico Álvaro Jaume y la Asamblea por el Agua del río Santa Lucía dan cuenta de ello. ¿Alguien más? ¿Qué dicen/hacen las autoridades sobre este problema? El director de Gestión Ambiental de la IMC, Leonardo Herou, también nos cuenta en este ejemplar la visión del oficialismo al respecto. Está claro que paliar es como darle de comer un plato de comida al hambriento diario pero no asegurarle que se autogestione su alimento de por vida. Y está bien que se le proporcione ese plato de comida, hasta que con esa comida ya no alcance porque los hambrientos diarios pasen a ser demasiados para que las autoridades puedan hacerse cargo. Lo mismo pasa con el medio ambiente: se lo aguanta hasta que explota, y cuando explota todos nosotros también formamos parte de esa explosión. Las fumigaciones con productos químicos, los alimentos genéticamente adulterados, la producción ganadera intensiva en praderas artificiales, y siga sumando usted, son pan para hoy y muerte para mañana y para hoy, asesinos silenciosos que continúan expandiéndose en otro rango de inseguridad, distinta a la de las ciudades con smog o esmog, pero inseguridad ciudadana al fin, donde no importa la edad de imputabilidad de los afectados porque la pretensión punitiva de nuestro suelo no caduca y sigue condenándonos cada vez con más fuerza a todos por igual. Hábitos y costumbres sería una buena materia para dictar en los liceos, pero ello no ocurre, aunque por nuestros malos hábitos y peores costumbres continuemos suicidándonos con nuestro propio consentimiento en pos de un capital que manejan los menos y perjudica a los más. Lo mismo con los basurales de extrema peligrosidad que denuncia Joel Reyes y confirma la alcaldesa Rosa Imoda. Lo mismo con todas nuestras acciones permisivas a todas estas causas que degeneran en otras tantas consecuencias indeseadas para nuestra salud y nuestra calidad de vida en plenitud.
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