Con Silvia Martínez del Río, de la Asamblea Nacional Permanente
AMBIENTE A MEDIAS
Silvia es integrante activa de la Asamblea Nacional Permanente en Defensa de la Tierra, el Agua y los Bienes Naturales, colectivo compuesto por un medio centenar de organizaciones de la sociedad civil, además de una enormidad de personas que a título personal adhieren a esta agrupación, como el fiscal Enrique Viana entre muchos otros. Este mes entrevistamos a Viana para el programa de radio pero no se refirió concretamente a la problemática medioambiental de Canelones, como sí lo hará el activista Álvaro Jaume de la ciudad de Sauce, con quien ya acordamos una entrevista para los próximos días. Por esta razón ni Jaume ni Viana aparecen en esta publicación y para cubrir el tema medioambiental, al que también nos estaremos refiriendo más extensamente en el Cabildo Abierto, en relación directa con su afección sobre la población canaria, resolvimos recabar la opinión de Silvia Martínez del Río, que alude fundamentalmente a la contaminación de nuestras aguas, además de otros temas de alcance nacional como la megaminería a cielo abierto, la extranjerización de la tierra, los monocultivos, los productos transgénicos, las fumigaciones de agrotóxicos, el desplamiento de nuestras ancestrales prácticas como país agrícola ganadero y otros ítems que no deberían escapar a nuestro pleno conocimiento. Hecha la debida aclaración, este es un breve extracto de la extensa charla que mantuvimos este mes con Silvia Martínez del Río.
—¿Quiénes integran la ANP?
—La ANP está integrada por más de cuarenta y cinco colectivos de la sociedad uruguaya organizados, los más diversos, como el colectivo de lucha por la tierra de Sauce, que está directamente definido en la defensa y la lucha por la tierra, como colectivos de vecinos, asociaciones civiles, asociaciones criollas, aparcerías de Canelones, la sociedad criolla El Ñandú, vecinos autoconvocados de La Paloma, estudiantes, agrupaciones sindicales, una lista larguísima de colectivos y personas de todos los departamentos del país.
—La lucha que más ha trascendido de la ANP es contra la megaminería a cielo abierto, pero también abarcan otras demandas.
—Sí, lo que nosotros hemos ido analizando en conjunto, habitantes del Uruguay rural y urbano, es que los megaproyectos devastadores en manos de empresas extranjeras comenzaron hace mucho tiempo y hoy se han profundizado en cuanto a la extranjerización y la concentración de la propiedad de la tierra en manos de empresas extranjeras que van desde gigantescas multinacionales con asiento en Estados Unidos, que acaban de comprar 200.000 hectáreas para soja por ejemplo. Tenemos 40 y pico por ciento de las tierras productivas uruguayas concentradas en pocas manos extranjeras. Hemos ido analizando cómo esa concentración de la tierra con su correlato de encarecimiento del precio de la tierra para el habitante nacional vino de la mano de los grandes megaproyectos de monocultivo de eucaliptus y pinos para la fabricación de pasta de celulosa y para el cultivo de la soja y del maíz transgénicos, que en Uruguay sumados los dos ya andan en los dos millones de hectáreas, de las cuales el 98% pertenecen a capitales extranjeros a través de sociedades anónimas y empresas multinacionales. Todo eso va en contra de la posibilidad de desarrollo de un proyecto nacional de producción agropecuaria diversificada y ganadero, pero no se puede acceder más a la tierra por el precio y porque además no hay tierra disponible. —¿Qué efecto tienen los productos transgénicos sobre las personas?
—Hay un informe del Sindicato Médico del Uruguay de hace tres años donde se alerta que el consumo por ejemplo de maíz transgénico viene afectando la salud de los uruguayos, sobre todo de los ancianos y de los niños de la primera edad, disminuyendo su capacidad inmune, haciéndolos resistentes a los antibióticos, y por lo tanto facilitando el ingreso de bacterias que provocan enfermedades respiratorias, a todo lo que hay que agregarle los perjuicios de los productos químicos con los que se fumiga.
—¿Qué información tenés acerca de la contaminación de los ríos que nos rodean?
—Transcurridos nueve años las comisiones de cuencas no están formadas, el río Santa Lucía está más contaminado que nunca, OSE no puede tomar agua del Canelón Chico porque hay más agroquímicos que agua, en Sauce tuvieron que cerrar la boca de entrada de agua para OSE del arroyo Las Toscas porque había más agroquímicos que agua. Lo hemos analizado con el fiscal Enrique Viana, si tú analizas el artículo 47 de la Constitución, donde se prohíbe cualquier actividad contaminante que ponga en riesgo la salud humana y la biodiversidad, te das cuenta que lo primero que es inconstitucional es haber habilitado el ingreso de semillas transgénicas para su siembra y su procesamiento industrial en el Uruguay.
—También está contaminado Aguas Corrientes, que es desde donde sale el agua potable para la mitad del país.
—También está contaminado Aguas Corrientes, que es desde donde sale el agua potable para la mitad del país.
—Pero está contaminado hasta tal punto que el ministro de Defensa, Fernández Huidobro, sale a decir que está contaminado pero en estos nueve años de gobierno tampoco hicieron nada sobre eso.
—¿Se puede dar esa lucha legal desde lo que fundamenta Viana?
—Vamos a seguir intentando darla. Pero es lo mismo que hablábamos en relación al artículo 47 de la Constitución y a la reglamentación de la ley de preservación del agua, hay partes inmensas de lo que está escrito y legislado que simplemente no se cumplen y no pasa nada. Por eso, por otro lado muchos de nosotros estamos poniendo la mayor parte de nuestras energías en decir estemos presentes por lo menos dos veces al año en las calles, con marchas, para decir que estamos totalmente en contra de toda esta serie de megaproyectos que ya están instalados en el Uruguay y que están deteriorando de manera irreversible nuestra tierra, nuestra agua y la salud humana, porque a los niños de los embarazos perdidos en Guichón nadie les va a devolver la vida, porque la salud de los vecinos de Paysandú, Soriano, Lavalleja, Rivera, Canelones, Salto, Treinta y Tres, por nombrarte los casos que tengo más presentes, esos vecinos que viven cerca de las plantaciones de soja y de maíz transgénico, que ya están enfermos, a ellos nadie les va a devolver la salud. Eso es lo que nosotros decimos cuando afirmamos en nuestras proclamas: comunidad somos nosotros, pueblo somos nosotros, y merecemos y exigimos respeto.
—Además de la extranjerización de la tierra, ¿qué efectos negativos concretos podría traer para nuestro país la instalación de empresas de megaminería a cielo abierto?
—Aratirí tiene concedidas ya 14.500 hectáreas, que es la zona que va a involucrar los pozos. El tamaño de un pozo es como si agarramos el cerro Pan de Azúcar y lo damos vuelta para abajo. Aratirí además ya tiene la concesión para empezar a explotar si lo desea 112.000 hectáreas más para prospección y explotación, que ya están cubiertas por los términos de la ley. Para agujerear el suelo se utilizarán 43.000 toneladas de explosivos, que generan una contaminación de la atmósfera por gases, gases que al subir y luego haber lluvia generan lluvia ácida, y cualquiera que viva en el mundo rural tiene idea de lo que es la lluvia ácida, luego el polvo que esas explosiones levantan; cuando vas entrando en las profundidades de la tierra vas encontrando metales y minerales que no están en contacto con la atmósfera, y que al entrar en contacto con la atmósfera oxidan, cambian de valor, sufren cambios moleculares, y se tornan extremadamente venenosos. A su vez la onda expansiva y el ruido que provocan dos explosiones cada dos días se escucha a 40 kilómetros de distancia, con una intensidad del sonido de 103 decibeles, cuando ya 85 decibeles es la franja máxima, de 85 para arriba el ruido comienza a ser patológico, es decir, a dañar el oído, lo que también imposibilita la ganadería en una zona mucho más importante que la que Aratirí dice que va a manejar, porque el ganado que está en contacto cada dos días con esas explosiones, según estudios realizados, el ganado se estresa, las vacas no producen más leche, y los animales comienzan a enfermar víctimas del estrés, que es lo que los hace más proclives a las enfermedades. Ni que hablar de los seres humanos que tienen que sufrir eso. Luego, el amianto está en las profundidades de la tierra, cuando tú dinamitas la tierra, en el polvo ese que levanta la explosión salen inmensas cantidades de polvo de amianto, y el polvo de amianto es cancerígeno, pero cancerígeno rápidamente, y además hace mutar la estructura del ADN, o sea que además las poblaciones entran en riesgo no sólo de adquirir enfermedades sino de que esas enfermedades modifiquen y rompan su cadena de ADN y sus hijos nazcan con deformidades. Todo esto no es teoría científica, porque en los países donde se practica la megaminería a cielo abierto en cercanía de poblaciones esto ya se ha vivido, esto es lo que uno ve cuando viaja a Perú, a Bolivia, a México, a Argentina, es tan aterrador que cuando uno lo cuenta es muy fácil que la otra persona se asuste y tienda a pensar que uno está exagerando, porque la dimensión de la catástrofe es tan grande que lo que genera en la mayoría de nosotros en un principio es temor, y frente al temor tendemos a descreer, decimos no puede ser cierto.
—Aratirí tiene concedidas ya 14.500 hectáreas, que es la zona que va a involucrar los pozos. El tamaño de un pozo es como si agarramos el cerro Pan de Azúcar y lo damos vuelta para abajo. Aratirí además ya tiene la concesión para empezar a explotar si lo desea 112.000 hectáreas más para prospección y explotación, que ya están cubiertas por los términos de la ley. Para agujerear el suelo se utilizarán 43.000 toneladas de explosivos, que generan una contaminación de la atmósfera por gases, gases que al subir y luego haber lluvia generan lluvia ácida, y cualquiera que viva en el mundo rural tiene idea de lo que es la lluvia ácida, luego el polvo que esas explosiones levantan; cuando vas entrando en las profundidades de la tierra vas encontrando metales y minerales que no están en contacto con la atmósfera, y que al entrar en contacto con la atmósfera oxidan, cambian de valor, sufren cambios moleculares, y se tornan extremadamente venenosos. A su vez la onda expansiva y el ruido que provocan dos explosiones cada dos días se escucha a 40 kilómetros de distancia, con una intensidad del sonido de 103 decibeles, cuando ya 85 decibeles es la franja máxima, de 85 para arriba el ruido comienza a ser patológico, es decir, a dañar el oído, lo que también imposibilita la ganadería en una zona mucho más importante que la que Aratirí dice que va a manejar, porque el ganado que está en contacto cada dos días con esas explosiones, según estudios realizados, el ganado se estresa, las vacas no producen más leche, y los animales comienzan a enfermar víctimas del estrés, que es lo que los hace más proclives a las enfermedades. Ni que hablar de los seres humanos que tienen que sufrir eso. Luego, el amianto está en las profundidades de la tierra, cuando tú dinamitas la tierra, en el polvo ese que levanta la explosión salen inmensas cantidades de polvo de amianto, y el polvo de amianto es cancerígeno, pero cancerígeno rápidamente, y además hace mutar la estructura del ADN, o sea que además las poblaciones entran en riesgo no sólo de adquirir enfermedades sino de que esas enfermedades modifiquen y rompan su cadena de ADN y sus hijos nazcan con deformidades. Todo esto no es teoría científica, porque en los países donde se practica la megaminería a cielo abierto en cercanía de poblaciones esto ya se ha vivido, esto es lo que uno ve cuando viaja a Perú, a Bolivia, a México, a Argentina, es tan aterrador que cuando uno lo cuenta es muy fácil que la otra persona se asuste y tienda a pensar que uno está exagerando, porque la dimensión de la catástrofe es tan grande que lo que genera en la mayoría de nosotros en un principio es temor, y frente al temor tendemos a descreer, decimos no puede ser cierto.
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